LLega a las librerías la poesía de Mario de la Rosa

 


Mario de la Rosa (Madrid, 1975) es de sobra conocido por su interpretación de Suárez en La Casa de papel, pero no debemos olvidar su faceta de escritor. Con “Perros con placa”  nos situó en el mundo de la violencia y el crimen. Y ahora llega “Hemorragias”, un poemario editado por Cuadernos del Laberinto en donde su zona más emotiva y visceral sale a la luz. Escrito a modo de diario de bitácora, el lector asiste a toda la fuerza demoledora que el amor y el desamor pueden manifestar.

Cincuenta poemas que diseñan una frontera entre los pensamientos y los hechos a la hora de enfrentarse con  los dictados del corazón, del sexo, de la batalla de la vida y de cuán hondo pueden llegar a ser las heridas.

Cuando hablamos del amor, desde el desgarro, es habitual referirnos a las heridas que provoca y sus posteriores cicatrices. Mario de la Rosa va más allá y nos muestra, en "Hemorragias", el sangrado, los borbotones de versos que surgen de ellas y la necesidad de plasmar la propia experiencia para tratar de entenderla.

El flujo constante de recuerdos, traumas y reproches, se ve interrumpido por una rigurosa voz interna que nos guía hacia el autoconocimiento y la superación. La herida se convierte en el punto de partida de un viaje al centro de uno mismo y, en su sangrado, encontramos el camino en el que el autor se enfrenta a sus miedos y debilidades, hasta transformarse en aquello que somos todos: un torrente de vida.

 

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Han desnudado mis alas
y un lamento suspirado salía de mi boca
en cuanto me quito la coraza…
Se busca y no se acierta,
se exige y no se perdona.
¿Qué falta me hace?
Dedico mil palabras y todas acaban rotas.


Han desnudado mis alas
más lento que otras veces,
pero con igual resultado.
Ya no importa, ya no tanto.
El corazón marmóreo, al menos,
no colgó el cartel de ocupado.


Hoy de nuevo han desnudado mi boca,
han entreabierto la puerta,
y tres párrafos de latidos han acabado en verso.
Han desnudado mis alas
ante los ojos de perras en celo, gélidas.
¿El resultado?
mil sonrisas, dos risas
y una escultura frente a los mimbres muertos.


Han desnudado mis alas
y han apagado esta mirada de fuego,
eso creen, por un momento, y yo no pierdo,
mejor no congeniar que hacerlo estando ciego.
Han desnudado mis alas
y desnudo me levanto en busca del acierto.
¿Cuánta fe me queda ahora?
Dime ¿Cuánto miedo?

 

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