¿Es posible pensar la interactividad como un elemento narrativo en los libros impresos de literatura infantil?
Estamos en la era digital, con nuevas generaciones que se consideran
nativos digitales. Como adultos, buscamos posibilidades para reinventar
las relaciones que vienen estableciendo estos nuevos lectores con el
mundo real y digital, y resulta difícil que la literatura infantil esté
al margen de este proceso.
Desde 2010, es posible rastrear la aparición de un número considerable de libros de literatura infantil que exploran la interactividad como un elemento narrativo, que van más allá de la inclusión de pestañas, recortes, siluetas, y que han ido apareciendo, poco a poco, en el mercado editorial. Estos libros se caracterizan porque toman herramientas del mundo digital para aplicarlas en el formato impreso y así invitan a renovar la experiencia de la lectura.
Los antecedentes de estos textos se pueden identificar en el s. XVII, con la publicación de libros que ya incluían elementos interactivos como las páginas desplegables y el pop-up. A lo largo de los siglos XIX y XX, con el desarrollo del diseño editorial, se agregaron accesorios como discos giratorios, solapas para jalar, o se incluyeron en las páginas carruseles que se despliegan.
Estos antecedentes muestran cómo la interactividad propone un gran espectro de aproximaciones a una audiencia inquieta y abierta a la estimulación de la creatividad y el juego. Se considera la interactividad como un elemento que activa esta relación entre el objeto y el lector, y los libros que presentan algunas de estas características buscan ser fuente no solo de conocimiento, sino también de diversión y de exploración de nuevas posibilidades de lectura.
Teniendo en cuenta lo anterior, es posible encontrar una evolución y diálogo entre ciertos libros para niños y las tecnologías disponibles que se han desarrollado de manera paralela. Sin duda, es en el siglo XXI cuando los autores e ilustradores han explorado y explotado nuevos diálogos que triangulan una relación entre la lectura, el libro como objeto y el lector como un agente activo, diálogos que han estado determinados por la evolución y los recursos que ofrecen las nuevas tecnologías y que buscan cuestionar los límites y posibilidades de la ficción en un objeto –el libro– frente a la acción-reacción esperada cuando se interactúa con un dispositivo electrónico.
Siglo XXI
Hervé Tullet publica en 2010 Un libro y, después de siete años, ha sido traducido a más de veinte idiomas alrededor del mundo. Al principio, cuando descubrí este libro, en el 2011, me generó muchas preguntas. Me di cuenta del potencial que tenía y de lo que significaba a nivel de narración, estructura e historia. Proponía una historia sin personajes y llena de acción, en donde todo apunta a que el protagonista es el lector, quien está dirigido por una voz, o narrador, que podría ser la voz del mismo libro y que lo invita a jugar, sacudir, mezclar, soplar. En cada instrucción, las oraciones empiezan con frases positivas como “Excelente, buen trabajo, fantástico”. Además, todas las acciones son una invitación a que el juego propuesto haga parte del mundo real del lector, quien se encuentra en un tiempo y espacio determinado.
Este llamado a la acción hace de de este y otros libros con características similares una invitación a interactuar y seguir –o no– las reglas propuestas a lo largo de la lectura. En este caso, si se siguen las instrucciones, se acepta la ficción y la posibilidad de que en cada una de las acciones que lleva a cabo el lector exista una correlación con lo que sucede en la página que sigue. Sin embargo, el no interactuar también puede ser una decisión activa frente a las reglas que trae el libro y, al no participar, de todas formas, la solución está al pasar la página. Esto da como resultado una complejidad en las historias tanto visuales como textuales que tienen el fin de enganchar al lector desde la primera página para conquistarlo y que no solo lea, sino que también participe.
¿El de Tullet es realmente un libro de literatura infantil desde una mirada tradicional? ¿O es una nueva posibilidad que tiene esta tecnología –la del libro impreso– de seguir reinventándose cuando creemos que ya todo está resuelto? Sin duda, la aproximación que realizó este autor se siente más cercana a un libro de no ficción, donde se da la posibilidad del juego, la interacción entre las palabras, las ilustraciones, los colores y el mundo del lector, del que se requieren acciones como colorear sobre las ilustraciones, presionar, sacudir, girar a la izquierda, a la derecha, soplar y, al final, aplaudir. ¿Es un libro de actividades? ¿Es un libro sobre los colores? ¿Es un libro sobre conceptos? ¿Es un libro que emplea palabras de “motivación” para un lector que sabe que lo está leyendo? Muchas preguntas para una obra que ha cautivado a niños y grandes. Que se usa como ejemplo de innovación, que permite lecturas para públicos de todas las edades y grupos y, sobre todo, genera asombro, fascinación y resistencia.
Desde 2010, es posible rastrear la aparición de un número considerable de libros de literatura infantil que exploran la interactividad como un elemento narrativo, que van más allá de la inclusión de pestañas, recortes, siluetas, y que han ido apareciendo, poco a poco, en el mercado editorial. Estos libros se caracterizan porque toman herramientas del mundo digital para aplicarlas en el formato impreso y así invitan a renovar la experiencia de la lectura.
Los antecedentes de estos textos se pueden identificar en el s. XVII, con la publicación de libros que ya incluían elementos interactivos como las páginas desplegables y el pop-up. A lo largo de los siglos XIX y XX, con el desarrollo del diseño editorial, se agregaron accesorios como discos giratorios, solapas para jalar, o se incluyeron en las páginas carruseles que se despliegan.
Estos antecedentes muestran cómo la interactividad propone un gran espectro de aproximaciones a una audiencia inquieta y abierta a la estimulación de la creatividad y el juego. Se considera la interactividad como un elemento que activa esta relación entre el objeto y el lector, y los libros que presentan algunas de estas características buscan ser fuente no solo de conocimiento, sino también de diversión y de exploración de nuevas posibilidades de lectura.
Teniendo en cuenta lo anterior, es posible encontrar una evolución y diálogo entre ciertos libros para niños y las tecnologías disponibles que se han desarrollado de manera paralela. Sin duda, es en el siglo XXI cuando los autores e ilustradores han explorado y explotado nuevos diálogos que triangulan una relación entre la lectura, el libro como objeto y el lector como un agente activo, diálogos que han estado determinados por la evolución y los recursos que ofrecen las nuevas tecnologías y que buscan cuestionar los límites y posibilidades de la ficción en un objeto –el libro– frente a la acción-reacción esperada cuando se interactúa con un dispositivo electrónico.
Siglo XXI
Hervé Tullet publica en 2010 Un libro y, después de siete años, ha sido traducido a más de veinte idiomas alrededor del mundo. Al principio, cuando descubrí este libro, en el 2011, me generó muchas preguntas. Me di cuenta del potencial que tenía y de lo que significaba a nivel de narración, estructura e historia. Proponía una historia sin personajes y llena de acción, en donde todo apunta a que el protagonista es el lector, quien está dirigido por una voz, o narrador, que podría ser la voz del mismo libro y que lo invita a jugar, sacudir, mezclar, soplar. En cada instrucción, las oraciones empiezan con frases positivas como “Excelente, buen trabajo, fantástico”. Además, todas las acciones son una invitación a que el juego propuesto haga parte del mundo real del lector, quien se encuentra en un tiempo y espacio determinado.
Este llamado a la acción hace de de este y otros libros con características similares una invitación a interactuar y seguir –o no– las reglas propuestas a lo largo de la lectura. En este caso, si se siguen las instrucciones, se acepta la ficción y la posibilidad de que en cada una de las acciones que lleva a cabo el lector exista una correlación con lo que sucede en la página que sigue. Sin embargo, el no interactuar también puede ser una decisión activa frente a las reglas que trae el libro y, al no participar, de todas formas, la solución está al pasar la página. Esto da como resultado una complejidad en las historias tanto visuales como textuales que tienen el fin de enganchar al lector desde la primera página para conquistarlo y que no solo lea, sino que también participe.
¿El de Tullet es realmente un libro de literatura infantil desde una mirada tradicional? ¿O es una nueva posibilidad que tiene esta tecnología –la del libro impreso– de seguir reinventándose cuando creemos que ya todo está resuelto? Sin duda, la aproximación que realizó este autor se siente más cercana a un libro de no ficción, donde se da la posibilidad del juego, la interacción entre las palabras, las ilustraciones, los colores y el mundo del lector, del que se requieren acciones como colorear sobre las ilustraciones, presionar, sacudir, girar a la izquierda, a la derecha, soplar y, al final, aplaudir. ¿Es un libro de actividades? ¿Es un libro sobre los colores? ¿Es un libro sobre conceptos? ¿Es un libro que emplea palabras de “motivación” para un lector que sabe que lo está leyendo? Muchas preguntas para una obra que ha cautivado a niños y grandes. Que se usa como ejemplo de innovación, que permite lecturas para públicos de todas las edades y grupos y, sobre todo, genera asombro, fascinación y resistencia.
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