James Ellroy, premio Pepe Carvalho 2018
Este grandullón imponente con aspecto de viejo marine es
James Ellroy, el mejor escritor de novela negra norteamericano, cuando
no uno de los grandes sin etiquetas. De ahí su narrativa endemoniada que
escupe frases a ritmo de ametralladora y su plan de hacer el retrato
mayúsculo de la historia de su país en la primera mitad del siglo XX. A
Ellroy, cuando se presenta ante la prensa en modo escritor
maldito, siempre le ha gustado montar el espectáculo. Poner cara de
loco salvaje, proclamar a voz en grito que es el más grande,
soltar tacos en tropel y alardear de su pasado, de cuando de jovencito
merodeaba por las casas para husmear la ropa interior de las vecinas, de
sus largos años de variadas adicciones o de sus explosivas peleas con
sus novias; amén de la herida primordial que arrastra por la violación y
asesinato de su madre, la bella pelirroja.
Pero el que acude a esta cita es otro Ellroy, alguien más reflexivo y pacífico, un hombre que ha visto el horror del mundo y ha conseguido salir renovado y más o menos indemne. Y aunque a lo largo de entrevista se espera que el autor ponga una nota de color con alguna salida de tono, la conversación transcurre en armonía.
Pero el que acude a esta cita es otro Ellroy, alguien más reflexivo y pacífico, un hombre que ha visto el horror del mundo y ha conseguido salir renovado y más o menos indemne. Y aunque a lo largo de entrevista se espera que el autor ponga una nota de color con alguna salida de tono, la conversación transcurre en armonía.
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